Todo lo que hoy soy y percibo se lo debo a la palabra. En especial a aquella que aún no he escrito. Lo pienso muchas veces, «aún no he escrito la palabra donde vivo» y esa es mi eterna búsqueda. Ese lugar reservado para lo que siento en este momento, sin deformaciones. La escritura es un espacio de nuestro cuerpo, un lugar desnudo a punto de descubrirse que nos arroja a la extrañeza. Cuando escribimos todo es horriblemente nuevo. Pasamos de ser una a la palabra. Y está bien. La palabra nos viste y podemos ser infinitas.
Escribir me permite acercarme a esa parte que sí se parece a mí. ¿No os pasa? Siempre escribo sobre lo que me duele, soy incapaz de no hacerlo. Y eso, aunque a veces me agrieta, confieso que me mantiene unida. Diría que es en esa conversación donde nace mi voz. Porque continuamente hay algo en mí que flota, sin sujeciones.
Recuerdo con cierto cariño la época en la que empecé a escribir compulsivamente. Me preparaba para ser juez y vivía día y noche tendida sobre las leyes. Era vocacional (o eso creía) pero siempre creaba historias en mi cabeza. Estaba ansiosa por coger la libreta y contarme cosas sobre mí. Y, al final, como ya os imaginareis, lo acabé dejando.
Dejé la judicatura para escribir y solo puedo sentirme orgullosa por el paso que di entonces: apostar por aprender y formarme en lo que me gusta. La escritura es una forma de expresarnos que, en muchas ocasiones, nos salva. Así es como la vivo yo pero vosotras podéis vivirla de otro modo, desde otro ángulo. Y eso es lo mágico.
Se puede aprender a escribir, pero para ello es necesario que cada una experimente en su propio cuerpo donde está su voz, su palabra. Desde dónde nace. Esa voz existe, el ser humano narra. Cuenta historias continuamente. Cada una tiene dentro lo preciso para ser la escritora que es y el que enseña debe zarandearte hasta que salga.
Considero que enseñar a escribir es un trabajo de acompañamiento. Acompañar al otro en el proceso de encontrar su voz, perfilar su mirada y encontrar su estilo, entre otras muchas cosas, es algo verdaderamente gratificante y que requiere de un estudio minucioso de las palabras. Algo que disfruto muchísimo. Es justamente esa entrega al lenguaje lo que me trae aquí. Mi único objetivo es ayudaros a encontrar esa voz, o, si ya la tenéis, mejorarla.
Mi intención es hacer de este espacio un lugar donde poder ser y crear libremente y, sobre todo, un espacio donde conocernos y aprender de las demás. Leer a la otra, conectar con su voz, aprender de sus historias y de sus errores como si fueran los nuestros.